Así está el panorama político y económico de Argentina

Argentina baila sobre sus pasos circulares de forma peligrosa. Esta semana vimos el más difícil todavía de un gobierno convertido en circo de fieras y animales domésticos.
Ministra de Economía, Silvina Batakis y el presidente Alberto Fernández
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Argentina baila sobre sus pasos circulares de forma peligrosa. Esta semana vimos el más difícil todavía de un gobierno convertido en circo de fieras y animales domésticos.

A la ministra de Economía, Silvina Batakis, la mandaron a Washington a presentarse al FMI y mientras tomaba una «relaxing cup of café con leche», como diría Ana Botella, con Kristalina Georgieva, descubrió que perdería su puesto cuando aterrizara de vuelta en Buenos Aires. Ni un mes ha podido disfrutar Batakis del ministerio que define el día a día de los economistas argentinos, que viene a ser, más o menos, toda la población.

Alberto Fernández puso patas arriba el andamiaje gubernamental y llamó al presidente del Congreso, Sergio Massa, para ser el cabeza de un mega ministerio que abarca todas las áreas de la economía aunque pocas con acceso a «las cajas» donde la Administración recauda.

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En un abrir y cerrar de ojos, el Fernández presidente aglutinó Finanzas, Economía, Ganadería, Pesca, Agricultura, Producción y relaciones con los organismos financieros. Todo, en apariencia, para Massa.

La bolsa recibió la noticia como si resucitara el salvador que nunca llega, pero la Argentina eterna y deprimida invoca: ¡Pum, para arriba las acciones! y el dólar blue, el de verdad que venden los «arbolitos» en la calle, para abajo.

Se había llegado a cotizar 330 pesos por un billete verde pero la llegada de Massa lo hizo perder 30 centavos.
En la «volteada» poco amable de los Fernández cayeron varios ministros. Algunos se recolocaron bien y otros como el incombustible Daniel Scioli, recuperó la embajada en Brasilia de la que salió… hace mes y medio para gestionar la cartera de Producción. Surrealismo en estado puro.

Sergio Massa es el hombre fuerte del gobierno que preside Alberto Fernández. El presidente era antes de este revolcón «para todos, todas y todes» una figura desdibujada al lado de Cristina Fernández. Hoy, después de esto, es una sombra cada día más pequeña al lado de una mujer que lo abarca todo.

Los mercados y los argentinos solo tienen ojos para el poder. Ese lo tiene la vicepresidenta y para los más optimistas, lo va a tener Sergio Massa.

El presidente de la Cámara Baja -hasta mañana lunes- es el tercero en la línea de sucesión ante la dimisión o defunción del presidente y de su vice. Massa estaba en ese lugar donde, en esta Argentina imposible donde todo es posible, podía terminar siendo el jefe del Estado. Hoy, esa posibilidad ha desaparecido.

El presidente del Congreso

¿Quién ocupará esa butaca? Falta conocer el nombre y los apellidos, pero será la persona que Cristina F. tiene en la cabeza, esa cabeza brillante y políticamente perversa que la ha llevado a donde está y dónde no quiere estar (demasiado cerca del banquillo).

CFK es la responsable de la caída de los ministros que Alberto Fernández designó hace año y medio. Las crisis de gobierno la han tenido a ella enredando detrás, delante y enfrente del individuo que tenía que cumplir su misión de testaferro o ventrílocuo de la viuda de Néstor Kirchner. Fernández o no se enteraba o no se quería enterar, pero, al final, porque esto es un final, no ha sabido cumplir ese papel ni ser él mismo. Un desastre.
Massa es, por naturaleza y vocación política, un caudillo peronista, un zorro de fino olfato para arrimarse al poder mientras elucubra cómo conquistarlo en su totalidad.

Al ex intendente (alcalde) de la localidad de Tigre, cambiarse de chaqueta si gana algo con el nuevo vestuario no le genera ninguna inquietud. De conciencia e ideología peronista laxa, sabe adaptarse.

Un milagro, por favor

Hoy le presentan como un superhombre hecho ministro. Parece que le dan todo y Argentina quiere creer que va a hacer el milagro de sacarla de este tango feroz de pobreza (medio país), subvenciones y una inflación galopante que para fin de año se estima en el 70 %.

Él parece que también se cree que es quién no es y ojalá fuera verdad. En caso contrario, no es difícil especular con otro estallido modelo 2001. Tampoco imaginar que Massa será el nuevo Domingo Cavallo (el de De la Rúa).
Mientras, ella, la que de verdad manda, ordena y reordena el tablero del poder a su gusto para que le den lo único que le importa: impunidad.

Carmen de Carlos/ElDebate

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