Segundo día de la Novena a S. Félix de Cantalicio

Segundo día de la Novena a S. Félix de Cantalicio
S. Félix de Cantalicio
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Segundo día de la Novena a S. Félix de Cantalicio, el primer capuchino en ser canonizado. Por esta razón, los fundadores de Ciudad Guayana, los frailes capuchinos, la llamaron «S. Félix».

SEGUNDO DÍA

1. ORACIÓN PARA COMENZAR:

La humilde alforja limosnera
recoge pan de puerta en puerta;
pide fray Félix por amor
y un don de amor pidiendo entrega.

Juntas se encuentran para el pobre,
servidas juntas en la mesa,
la caridad del Padre bueno,
la bendición de quien la ofrenda.

Camina humilde, como templo
que dentro lleva la Presencia,
y si dialoga, sus palabras
vienen de Dios cual Buena Nueva.

Mirad las cinco flores rojas,
rosas que son de llagas bellas;
mirad la blanca flor bendita,
María, fúlgida azucena.

Ellas serán sus libros santos,
fuente secreta de su ciencia;
todo lo ignora y todo sabe
quien a Dios tiene y se contenta.

¡Honor a Cristo, nuestro Hermano,
que a los sencillos se revela;
honor, que el Padre así lo quiso
y en los humildes se deleita!

Amén.

Hazte Centinela

 2. VIRTUD DEL SEGUNDO DÍA: HUMILDAD

S. Félix siempre huyó de las alabanzas, los reconocimientos y los mejores cargos o tareas. Por el contrario, siempre escogía –como su padre S. Francisco de Asís y el mismo Cristo- los oficios más humildes y amaba ser humillado por los demás para asemejarse al Señor y a la Virgen María.

Ya desde pequeño nunca se sentía ofendido cuando lo humillaban e insultaban. Cuando alguien lo insultaba u ofendía muy fuertemente le decía: «Que Dios te haga un santo. Pediré por ti».

S. Félix viajaba descalzo por calles y caminos. Dormía sobre una tabla. La mayor parte de la noche la pasaba rezando. Se alimentaba con las sobras que quedaban de la mesa de los demás. Cuando ya estaba anciano, un cardenal le dijo: «Fray Félix, ya no cargue más esa pesada bolsa en la que lleva los alimentos que le dan para los pobres. Ya es tiempo de descansar», y el santo le respondió: «Monseñor: el burro se hizo para llevar cargas. Mi cuerpo es un borriquillo y si lo dejó descansar le puede hacer daño al alma».

San Félix se trataba a sí mismo con gran severidad. Usaba cilicio; ayunaba a pan y agua, ya que podía hacerlo sin llamar la atención y se contentaba con los mendrugos de pan que encontraba en el fondo de su alforja.

Ocultaba celosamente los dones sobrenaturales que Dios le concedía; sin embargo, algunas veces, cuando ayudaba en la Misa, era arrebatado en éxtasis a la vista de todos.

Con frecuencia rogaba a su maestro de novicios que le redoblaran las penitencias y mortificaciones y le tratase con mayor severidad que a los demás, pues sus compañeros eran, según él, más dóciles y más inclinados a la virtud.  Aunque estaba persuadido de que todos eran mejores que él, sus hermanos de religión le llamaban «el Santo», como lo habían hecho antaño sus compañeros de juegos.

En este segundo día de la Novena, pensemos un compromiso para humillarnos o para aceptar humillaciones. Busquemos amar en silencio, sin que nos lo agradezcan, incluso aunque nos critiquen sin razón.

 3. ORACIÓN FINAL:

Oh Dulce Amor, Jesús,
sobre todo amor,
escríbeme en el corazón
cuánto me amaste.
Jesús, Tú me creaste
para que yo te amase…
Jesús, Jesús, Jesús,
toma mi corazón
y no me lo devuelvas. Amén

Al final se recuerda la gracia que se pide a Dios por intercesión de S. Félix. Padre Nuestro y Ave María.

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