Cuatro santos que te pueden ayudar cuando más lo necesites

En la Iglesia católica es tradición rezar a según que santos a la hora de resolver un problema concreto. Por ejemplo, San Antonio de Padua nos ayuda a encontrar algo que hemos perdido
S. Antonio de Padua, uno de los santos más populares
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Un objeto perdido, un examen, una enfermedad o un viaje son algunas de las situaciones en las que los santos nos pueden auxiliar. En la mayoría de los casos, estos santos guardan relación con el acontecimiento por el que interceden, por ejemplo, san Cristóbal, es patrón de los viajeros por cruzar un río con Cristo a sus hombros.

San Judas Tadeo

Se conoce poco de la historia del apóstol, pero se cree que era primo de Jesucristo. En los evangelios de Mateo y Marcos se le menciona como «Tadeo», mientras que Lucas lo llama «Judas de Santiago». Su día es el 28 de octubre, día que se celebra también a San Simón, junto a quien fue martirizado.
Se le conoce como patrón de las causas imposibles por otra santa, patrona de Europa: santa Brígida de Suecia. Esta escribió que un día Jesucristo, en una experiencia mística, le recomendó que cuando quisiera obtener ciertos favores, los pidiera por medio de san Judas Tadeo.

Santa Rosa de Lima

Santa Rosa de Lima, llamada así por su gran belleza (su nombre de pila era Isabel) nació en la capital peruana en el seno de una familia noble de origen castellano.
Con santa catalina de Siena como referente, siempre quiso ser monja. En contra de la voluntad de sus padres se hizo terciaria dominica, encerrándose en una «celda» en el jardín de su casa paterna, donde permanecía rezando todo el día, saliendo sólo para los actos religiosos.

Es la primera santa de América y patrona de Perú. Además, se le pide intercesión en caso de heridas o para solucionar conflictos familiares; ya que sus padres no querían para ella la vida consagrada, llegando a concertar un matrimonio para su hija.

Sta. Rosa de Lima

San Cristóbal

Se sabe poco de la figura histórica de san Cristóbal: que era hijo de un rey cananeo, que nació en Sidón o en Tiro y que antes de ser bautizado se llamaba Relicto. La tradición narra así su conversión:

Su mayor afán era servir al señor más grande. Estando al servicio de Gordiano, Emperador de Roma, se dio cuenta de que éste temblaba de miedo al oír hablar del diablo.

Ante ese acontecimiento, Relicto decidió ponerse al servicio del diablo que era más poderoso que el Emperador. Buscó a quien se lo pudiera presentar y encontró a un brujo. Pero éste al pasar junto a una cruz, temblando, la evitó. El santo entonces le preguntó si temía a las cruces, el brujo respondió que no, que temía a quién había muerto en ella, a Jesucristo. Le pregunto si el demonio también temía a Cristo, a lo que el brujo le contestó que con solo mencionar la cruz de Cristo el diablo tiembla.

Aquel desconocido debía ser el señor más poderoso de la tierra, por lo que Relicto decidió buscarle. En su búsqueda encontró un ermitaño que le explico que para servir a Cristo no tenía que hacer grandes obras, ni ganar guerras, solo tenía que servir al prójimo; con ese propósito se dispuso a ayudar a los transeúntes a cruzar un río a cambio de algunas monedas.

Un día cruza con un niño sobre sus hombros y a la mitad del río su peso se le hace insoportable, pero consigue llegar al otro lado. «¿Quién eres que pesabas como el mundo entero? », preguntó. «Tienes razón» –le respondió– «peso más que el mundo pues soy su creador. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde ahora te llamarás Cristóbal, portador de Cristo».

Por eso san Cristóbal es patrón de los viajeros, y se le ruega intercesión a la hora de emprender un viaje. Antaño, en las puertas de las primitivas ciudades, se podía encontrar una figura del santo que recordaba a los viajeros encomendarse a su intercesión.

San Antonio de Padua

San Antonio nació en Lisboa con el nombre de Fernando Martins. Hijo de un caballero portugués, entró al monasterio de canónigos regulares de San Agustín de San Vicente de Fora, cerca de Lisboa. Sin embargo, su familia no aceptaba su vocación e intentaron hacerle abandonar.

Tras renunciar a su herencia familiar y cambiar varias veces de monasterio conoció la comunidad franciscana de Coimbra. La recién creada orden recibió los restos de sus primeros mártires. Esto empujó a san Antonio a ingresar en la nueva orden, fue entonces cuando adoptó su nuevo nombre, en honor a san Antonio Abad.

Partió al norte de África, pero tras contraer la malaria trató de volver a la península. Sin embargo, una fuerte tormenta desvió su nave hasta Sicilia, donde decidió quedarse al servicio de fray Gracián.

Posteriormente, le nombraron predicador y fue enviado al norte de Italia, donde aún se extendía el catarismo. Después de una vida dedicada a la predicación decidió renunciar a su cargo por su delicada salud y se instaló en Padua. Donde siguió entregándose con pasión a la predicación. Tal fue su entrega en aquella ciudad que su nombre quedó asociado al de la ciudad, donde finalmente murió.

Entre otras devociones, san Antonio de Padua es conocido por ser el santo de las cosas perdidas, ya que encontró unos manuscritos perdidos en una cueva. Los católicos le rezan para que interceda cuando buscan algo material, del corazón o espiritual.

Carlos Martínez

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