La Doctrina Social de la Iglesia es la experiencia del Evangelio aplicada a la vida social y económica de los pueblos. A raíz de la revolución industrial y la situación social europea, se publicó la primera encíclica social Rerum Novarum el 15 de mayo de 1891.
En ella León XIII criticó las ideas socialistas, defendió la justicia social y el sindicalismo como solución «esta solución habrán de darla los obreros cristianos, agrupados en asociaciones […] camino que con gran provecho siguieron antiguamente sus antepasados»
Principio del bien común
El Bien Común es la finalidad de cualquier grupo social; es la única justificación de la autoridad, y en el bien común está su legitimidad, fundamentado en la sociabilidad humana.
Según el punto 1906 del catecismo: «Bien común, es […] ‘el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección’ (GS 26, 1; cf GS 74, 1). El bien común afecta a la vida de todos».
El bien común requiere de tres elementos:
Respeto a la persona
Bienestar social y desarrollo
La paz
Corresponde al Estado defender y promover el bien común de la sociedad civil, de los ciudadanos y de las instituciones intermedias. (1910 del catecismo).
Principio de justicia social
La justicia social busca eliminar toda injusticia; pero no se debe confundir injusticia con desigualdad. No todo lo desigual es injusto, la justicia es «la constante y perpetua voluntad de dar a cada cual lo que merece»; no es justo tratar de igual forma realidades que no son iguales.
El punto 1928 del catecismo dice: «La sociedad asegura la justicia social cuando realiza las condiciones que permiten a las asociaciones y a cada uno conseguir lo que les es debido según su naturaleza y su vocación. La justicia social está ligada al bien común y al ejercicio de la autoridad».
«La persona representa el fin último de la sociedad, que está ordenada al hombre» (1929 catecismo) por tanto, no puede haber justicia social en una sociedad materialista.
Principio de subsidiariedad
La autoridad se debe a la sociedad y no al contrario. Los poderes públicos deben trabajar para el pueblo y dedicar sus recursos a mejorar la vida y las condiciones de éste. Es imposible promover la dignidad de la persona si no se cuidan la familia, los grupos, etc. La autoridad, por tanto, es servir a los demás, especialmente a los más débiles.
El punto 1882 del catecismo hace referencia a esto: «Algunas sociedades, como la familia y la ciudad, corresponden más inmediatamente a la naturaleza del hombre. Le son necesarias».
Todas las sociedades de orden superior deben ayudar, apoyar, promocionar y desarrollar las sociedades menores, como la familia.
Principio de participación
Como seres sociales, es una obligación moral la participación en la vida comunitaria, en el desarrollo de la propia vocación y en el desarrollo de las comunidades de las que forman parte. Esto concreta el compromiso político del cristiano.
Así lo establece el punto 1913 del catecismo: «La participación es el compromiso voluntario y generoso de la persona en los intercambios sociales […]. Este deber es inherente a la dignidad de la persona humana».
Principio de solidaridad
La solidaridad es la adhesión a la empresa humana del bien común; se desprende directamente del amor fraterno cristiano.
«La solidaridad se manifiesta en primer lugar en la distribución de bienes y la remuneración del trabajo. Supone también el esfuerzo en favor de un orden social más justo […] donde los conflictos encuentren más fácilmente su solución negociada» según el punto 1940 del catecismo.
«Hoy está ampliamente extendido y perniciosamente propalado, […] el olvido de la caridad y de aquella necesidad que los hombres tienen unos de otros» Pío XII en su encíclica Summi pontificatus.
Valores fundamentales de la vida social
Los valores sociales inherentes a la dignidad humana, son: la verdad, la libertad, la justicia y el amor.
La convivencia de los seres humanos dentro de una comunidad, es ordenada, fecunda y conforme a su dignidad, cuando se funda en la verdad.
No hay que restringir el significado de libertad, desde una perspectiva puramente individualista, reduciéndola a un ejercicio arbitrario e incontrolado de la autonomía personal.
La justicia es importante en el contexto actual, en el que el valor de la persona, su dignidad y sus derechos, están seriamente amenazados por las filosofías materialistas que rigen la sociedad.
Vía de la caridad
La columna vertebral de la Doctrina Social de la Iglesia, y la de sus siete principios, es el amor. Sin amor es imposible llegar a esa sociedad más justa, a una mayor distribución de las riquezas, un mundo donde impere la verdad. El desarrollo de los pueblos, el bienestar, la distribución de los bienes y todo aquello que emana de las enseñanzas del evangelio, no se dará si los seres humanos son egoístas.
Redacción SOY CENTINELA
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