El mito de la violencia religiosa (que es el mito fundante del Estado liberal)

El mito ayuda a reforzar la adhesión al orden social secular y al Estado-nación al que legitima. El mito de la violencia religiosa debería verse, finalmente, como lo que es: una parte importante del folclore de las sociedades occidentales.
Los cristianos son las primeras víctimas de la violencia hoy día
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El Estado-nación nace, oficialmente, en el tratado de Westfalia, al final de la guerra de los Treinta Años (1648), con la que se pone fin al orden feudal y a la hegemonía del Sacro Imperio. El argumento principal para justificar su implantación fue (y es) que solo el Estado garantiza la paz, mientras que la religión es fuente de conflictos, por lo cual hay que hacer una política totalmente secular.

William T. Cavanaugh en el “El mito de la violencia religiosa” (2010) demuestra que dicho mito lo ha difundido el Estado-nación liberal para autolegitimarse. Consistiría en hacer ver que la religión es algo opcional y privado (transcultural), esencialmente distinto de los rasgos llamados “seculares”, como la política y la economía; además, según el mito, la religión posee una inclinación peculiarmente peligrosa a la promoción de la violencia. Por lo tanto, la religión debe ser reprimida, restringiéndose su acceso al poder público. El Estado-nación secular se presentaría así como respuesta natural a los peligros inherentes a la religión.

El mito de la violencia religiosa ayuda a construir y a marginar lo religioso porque es dado al fanatismo (según los liberales); en contraste con el sujeto secular, que sería racional y pacificador. Este mito puede usarse, y se usa, en la política doméstica para legitimar la marginación de ciertos tipos de praxis y de grupos que se califican de religiosos, mientras que, por otro lado, en la política exterior, el mito de la violencia religiosa sirve para atribuir el papel del villano a los ordenamientos sociales no seculares, especialmente a las sociedades empobrecidas. Ellos no han aprendido todavía a eliminar de la vida política la peligrosa influencia de la religión. Su violencia es, por tanto, irracional y fanática. Nuestra violencia, por ser secular, es racional, pacificadora y a veces lamentablemente necesaria para contener su violencia. Nos vemos obligados a llevarlos a bombazos hacia la democracia liberal.

El mito ayuda a reforzar la adhesión al orden social secular y al Estado-nación al que legitima. El mito de la violencia religiosa debería verse, finalmente, como lo que es: una parte importante del folclore de las sociedades occidentales. Es el relato de la salvación gracias a la creación del Estado-nación, cuya violencia estructural está plenamente legitimada, según sus creyentes.

LAS GUERRAS DE RELIGIÓN QUE HAN EXISTIDO

El mito de la violencia religiosa y la justificación del Estado liberal que se hace a su cuenta, se desmiente con dos hechos contundentes: las religiones, especialmente la católica, no es una de las principales causas de las guerras ni de las que más víctimas ha provocado; el otro hecho es que el Estado liberal está organizado por y para la violencia; es estructuralmente violento. Empecemos por ver quienes y qué han causado más guerras y víctimas.

Las causas más frecuentes de las guerras son: control geoestratégico y de recursos (imperialismo); el nacionalismo; las ideologías (como las provocadas por el comunismo, el fascismo y el nazismo) y las dinásticas. ¿Qué decir, entonces, de las religiosas? Veamos: La “Encyclopedia of Wars” (2004) de Charles Phillips y Alan Axelrod, ofrece una lista completa de todas las guerras que se conocen en la humanidad: 1.763. Ellos mismos seleccionan las que consideran guerras de naturaleza religiosa: 112, es decir, menos de 7% del total. En ese 7% de “guerras religiosas”, el 50% (56 guerras) están protagonizadas por los musulmanes. Algunas de las guerras religiosas entre cristianos son muy dudosas.

Philips y Axelrod, por ejemplo, no consideran el conflicto del Ulster religioso: es un tema de nacionalismo. La religión aporta solo un barniz. Lo mismo ocurre con la actual guerra entre palestinos e israelíes. O las llamadas “Guerras de religión” en Europa, que se suceden desde 1524 hasta aproximadamente 1697; en realidad, fueron conflictos provocados por el deseo de los príncipes y burgueses centroeuropeos de independizarse del emperador católico. Lo religoso aquí también fue la excusa.

Cuadro sobre las Cruzadas

LAS VÍCTIMAS

En Wikipedia encontramos las siguientes cifras sobre las víctimas provocadas por las distintas guerras:

– II Guerra Mundial (por imperialismo e ideologías): al menos 70 millones de víctimas mortales.
– I Guerra Mundial (por nacionalismo e imperialismo): al menos 22 millones de víctimas mortales.
– Guerras napoleónicas (nacionalismo e imperialismo): 3 ó 4 millones de militares y de 1 a 3 millones de civiles.
– A la hora de contabilizar otras matanzas, las cifras son de lo más variado: así, la Guerra Civil Rusa (ideológica), entre 1917 y 1922, causó entre 5 y 20 millones de muertos (según como se cuente).

Las guerras de religión en la Francia del siglo XVI, que duraron 36 años, habrían causado 3 millones de muertos (83.000 al año, si se quiere, sobre todo por hambrunas). La Guerra de los 30 años en el siglo XVI (con un elemento religioso importante), habría causado 7,5 millones. Las Cruzadas, que son casi un siglo de guerras en 9 impulsos, habrían causado 3 millones de muertos. La Cruzada albigense quizá 1 millón (aunque parece exagerado) durante un periodo de 40 años de guerras.

Parece mucho, y es mucho, pero solo la I Guerra Mundial supera con creces a todas estas guerras religiosas de décadas y décadas. Se calcula que Gengis Khan, que gobernó 21 años, causó la muerte de 40 millones de personas, sobre todo chinos, mediante hambrunas y masacres directas.

El comunismo mató en cincuenta años a más de 100 millones de personas en Rusia y Europa del Este, así como en China, varios países de África, Cuba o Camboya; en este país el brutal régimen maoísta liderado por Pol Pot aniquiló cerca de dos millones de personas (casi la cuarta parte de la población), durante tan solo cuatro años (1975-1979).

Por desgracia, ha habido guerras de religión, pero, también por desgracia, ha habido atrocidades mucho más numerosas y más mortíferas. Y, objetivamente, el mayor número de víctimas se contabiliza desde el surgimiento de los Estados modernos, cuya estructura y concepción comparten los liberales y los comunistas.

LA VIOLENCIA ESTRUCTURAL DEL ESTADO MODERNO

El Estado moderno o liberal (que incluye los regímenes comunistas, pues se basan en los mismos principios) se presenta como la garantía de la paz porque -según argumentan sus defensores- se basa en la razón y el consenso, superando la fundamentación religiosa, que sería para ellos un elemento de división y violencia. Sin embargo, es una argumentación falaz por lo siguiente:

a) La razón y la libertad autónomas, es decir, sin una base sólida más allá de ellas mismas, derivan en relativismo e individualismo caprichoso. ¿Quién o qué garantiza que algo es más o menos verdadero?, ¿quién o qué garantiza que algo es más o menos bueno y merece nuestra adhesión o repulsa?… Algunos dirán que la ciencia, pero ella -por definición- es provisional y sus conclusiones van evolucionando. Otros dirán que los consensos sociales; pero, esto ha demostrado ser muy peligroso (Hitler llegó al poder por elecciones democráticas, al igual que otros tiranos).

b) A partir de la negación de la posibilidad de fundarse en una verdad y un bien permanentes, el Estado moderno ha destruido el protagonismo de las familias y de sus organizaciones e instituiones, quedando él y sus dueños (las multinacionales y los organismos internacionales que dependen de ellas) como los señores absolutos.

c) Para esconder esta realidad, el Estado liberal (y las multinacionales) utiliza cuatro elementos esenciales:
– El control de la información y el tiempo libre por los medios de comunicación.
– Las elecciones periódicas: decidimos cada cierto número de años sobre candidatos bien diseñados por el sistema y luego ellos hacen lo que les permite el Estado tutelado por el imperialismo.
– El sistema educativo, controlado totalmente por el Estado, que nos introyecta todo este sistema desde niños.
– El sistema punitivo-militar y el judicial, que también está a su servicio.

d) De hecho, el Estado moderno es mucho más violento que la forma de gobierno que se planteó en la civilización cristiana. Además de la violencia “clásica”, hoy existe toda una gama de nuevos tipos de violencia biopolítica: la legalización del aborto (hay países en los que ya casi no se dejan nacer niños con síndrome Down); el desempleo estructural; la desigualdad sistémica; la destrucción de la familia (tasas de divorcio, violencia, legalización del gaynomio…), etc.

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Redacción SOY CENTINELA

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