El pasado y el futuro del Donbass

Más allá de las efectivas reconquistas militares y la destrucción de los centros habitados, ¿hasta qué punto la población de las llamadas "repúblicas independientes" quiere volver a unirse a Rusia?
Ubicación de Donbass
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El Ministerio de Defensa ruso anunció en los últimos días que el ejército ruso, junto con los separatistas de la autoproclamada república de Lugansk, han llegado a las fronteras de la región. Hasta el momento no hay confirmación positiva de este anuncio, y el avance ruso en el Donbass (donde los separatistas controlaban alrededor del 30% del territorio antes de la invasión) se ha desarrollado muy lentamente; incluso los ucranianos prometen que serán ellos los que alcancen las fronteras rusas en la contraofensiva en estas zonas.

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En el desfile del 9 de mayo Putin se dirigió a los soldados rusos y a las «milicias del Donbass» comparando a estas últimas con las guardias del antiguo príncipe Vladimir Monomakh, el último que fue capaz de reunir las almas de la Rus de Kiev en 1125, antes de las invasiones asiáticas, y a las tropas del legendario general Suvorov, el “generalísimo” del siglo XVIII que llegó hasta el Piamonte, glorificándolas por “la heroica resistencia a la operación punitiva que los nazis estaban preparando”, sin hacer tampoco ninguna especificación. Sin mencionar el nombre maldito de «Ucrania», el líder que muchos rusos hoy llaman «Putler» se refirió seis veces en su discurso a la región de la «Cuenca de Donets» (el «Donbass»).

Película sobre el tema

El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, había especificado en repetidas ocasiones que el objetivo de la operación militar especial era reintegrar a las dos repúblicas dentro de las fronteras de 2014, «establecidas por las constituciones de las repúblicas populares de Lugansk y Donetsk» que se aprobaron en los referéndums independentistas en mayo de ese año recuperando así el 70% de los territorios. En esta región, también conocido como la «cuenca del carbón» (similar a la siberiana del «Kuzbass», otra zona carbonífera), la disputa por las fronteras existe en realidad desde tiempos inmemoriales: reclamaron derechos sobre ella la antigua Grecia, Moscovia , el reino de Polonia-Lituania y el kanato de los tártaros de Crimea entre otros. Los señores originales eran los sármatas y después los llamados circasianos, originarios de Asia Central, también llamados kazajos, «hombres libres», de los que luego nacieron los cosacos del Don. De año en año este pueblo trasladaba su campamento principal, el Seč, a los distintos islotes del gran río y sus afluentes, como el Donets precisamente, para escapar de los ataques de los numerosos enemigos.

Recién a fines del siglo XVIII la zarina Catalina II la Grande (uno de los modelos de Putin) logró integrar el Donbass en el Imperio Ruso, y su comandante favorito Grigory Potemkin comenzó un traslado masivo de campesinos desde el centro de Rusia llamando precisamente a esta zona Malorossija, la «Pequeña Rusia», el nombre que posteriormente se le dio a toda la región ucraniana, pero también a Novorossija, la «Nueva Rusia». El mismo Donbass tiene una extensión variable, desde la que se limita a las provincias de Lugansk y Donetsk hasta el «gran Donbass», que se extiende desde Khar’kov hasta Mariupol, precisamente las zonas del conflicto actual.

Los flujos migratorios en la región se sucedieron a lo largo del tiempo, hasta que a mediados del siglo XIX se inició la extracción sistemática de carbón para alimentar la industria pesada y sobre todo la construcción de nuevas líneas ferroviarias. El principal centro metalúrgico, donde se construyeron las vías del tren, fue obra del industrial británico John Hughes y se concentró en un pueblo que luego creció desmesuradamente, cuyo nombre original de Juzovka (por la transcripción rusa de Hughes:Juz) se cambió después a Stalino en los años ’20, y Donetsk en 1961, tras la desestalinización. Muchos trabajadores se radicaron aquí porque garantizaba ingresos elevados, y generalmente iban a gastarlos a Khar’kov, la gran ciudad más cercana.

Antes de la revolución el Donbass era uno de los principales centros industriales de Rusia. En febrero de 1918 se formó aquí la república socialista de Donetsk-Krivoj Rog, pero solo duró un mes porque fue invadida por los alemanes. Después de la guerra civil entre rojos y blancos (1918-1920), los soviéticos suprimieron todas las realidades independientes de la Ucrania revolucionaria e incorporaron el Donbass a la República Socialista Soviética de Ucrania para asegurar su rusificación, como posteriormente hizo Khruščev con Crimea. Y de eso se ha lamentado Putin públicamente muchas veces, culpando a Lenin de haber «inventado» la Ucrania que hoy debe ser borrada de la historia.

En realidad en los textos rusos de geografía y literatura anteriores a la revolución estas zonas se asignaban a Malorossiya e incluían en ella ciudades que ahora están dentro de Rusia, como Taganrog, Bogučar y Rostov del Don, las localidades tradicionales de los cosacos. Incluso en todos los censos del período soviético y de los últimos treinta años (el último en 2001) la gran mayoría de la población del Donbass se declaraba de «nacionalidad ucraniana», aunque hablaban mayoritariamente ruso con inflexiones dialectales locales.

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Más allá de las efectivas reconquistas militares y la destrucción de los centros habitados, ¿hasta qué punto la población de las llamadas «repúblicas independientes» quiere volver a unirse a Rusia? Muchos vivieron como un trauma el final de la URSS, que garantizaba estabilidad y protección incluso al nivel de las proporciones étnicas, pero la nostalgia por el pasado soviético ya se estaba desvaneciendo, como mostró una encuesta de 2013 en la que solo la mitad seguía lamentando la pérdida de la grandeza pasada. Es cierto que muchos deseaban un «gobierno fuerte», e incluso antes del Euromaidán había preocupación por la presión de los «banderovtsy», los ucranianos occidentales vinculados a la memoria del colaboracionista nazi Stepan Bandera.

Así surgió la cuestión de la «ucranianización» del Donbass, lo que Putin llama «nazificación», y el patriarca Kirill incluso «genocidio» de la población rusa local. De hecho, en Donetsk y Lugansk los ciudadanos de habla rusa habían pedido en reiteradas oportunidades que se concediera al idioma ruso el estatus de «idioma nacional» junto con el ucraniano, pero recién en 2012 se decidió considerarlo un «idioma regional», al igual que el rumano y el húngaro de las regiones de Černigov y Zakarpat’e. Por lo tanto los ciudadanos locales tenían derecho a hablar ruso en todos los ambientes, incluyendo la escuela y el trabajo; junto a la escuela pública, donde se usaba tanto el ruso como el ucraniano, no faltaban escuelas privadas totalmente rusoparlantes.

Después de la revolución del Maidán y la fuga del presidente prorruso Viktor Janukovič, la Verkhovnaja Rada (el parlamento de Kiev) suprimió el «estatus regional» de todos los idiomas que no fueran ucraniano, pero el presidente interino Aleksandr Turčinov vetó la supresión. Esto no impidió que el sentimiento de conflicto étnico interno se extendiera por todo el país y sobre todo entre los casi siete millones de habitantes del Donbass, aunque no fueron muchos los que expresaron abiertamente su preocupación por la «imposición de la lengua nacional». Posteriormente la infiltración de voluntarios y mercenarios rusos dio inicio a la «guerra híbrida», en la que la cuestión del idioma se utilizó como bandera para la «liberación» de los territorios.

El Donbass nunca ha sido en realidad una tierra tan simbólica como Crimea, donde el príncipe Vladimir y su abuela Olga fueron bautizados en los albores de la Rus, en ese Chersonese donde los rusos construyeron más tarde la fortaleza de Sebastopol. Putin elogió la «civilización rusa» de estas tierras, donde antiguamente deambulaban los «nómadas asiáticos» a los que comparó con las recientes pandemias. Aquí tuvo lugar la épica batalla que se recuerda en la obra maestra de la literatura medieval de la Rus de Kiev, la «Canción de la hueste de Igor», en la que se exalta al príncipe por la gloriosa derrota en defensa del pueblo y la fe ortodoxa, superado por los bárbaros peceneghi y polovtsy en 1185. Pocos años más tarde, en 1223, se produjo el primer desembarco de los tártaros-mongoles con la funesta batalla del río Kalka, cerca de Mariupol, desde donde invadieron y arrasaron toda la Rus. Ocho siglos después, se vuelve a plantear el interrogante sobre el futuro del Donbass y de todas las Rusias.

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Stefano Caprio

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