Rostros y testimonios de los trabajadores informales de Hispanoamérica

En la práctica, «una de cada dos personas ocupadas en la región está en condiciones de informalidad», según la OIT y un tercio labora por cuenta propia, de acuerdo a la Cepal.
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En Hispanoamérica, 140 millones de trabajadores (51 % del total de personas ocupadas) laboran en el sector informal y evidentemente son fuertemente impactados por la covid. Pero, a menudo desde las calles, toman el pulso de la crisis y asumen nuevas tareas o emprendimientos para hacerse con el sustento diario de sus familias.

Por la pandemia se perdieron en la región 49,6 millones de puestos de trabajo en 2020, tanto formales como informales, según datos del último panorama laboral de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), publicado en febrero.

La informalidad “continúa siendo una de las características más importantes de los mercados de trabajo de la región”, la argentina Roxana Maurizio, especialista en economía laboral del organismo.

Una muestra de ello, es lo que se observa en los barrios empobrecidos venezolanos. En cada calle es común que haya dos o tres establecimientos informales, que ofrecer los productos por «teticas», es decir, racionadamente. Esto debido a que la gran mayoría de los venezolanos no cuentan con un salario que abastezca un mercado digno.

En la práctica, «una de cada dos personas ocupadas en la región está en condiciones de informalidad», según la OIT y un tercio labora por cuenta propia, de acuerdo a la Cepal.

Los rostros de las cifras

Doris Martínez fue cocinera en un restaurante de Venezuela que cerró sus puertas; migró a Colombia, enfermó de tanto trabajar de pie ante un fogón, y regresó a su país donde, junto a su esposo e hijos, administra un concurrido quiosco de comida rápida en una carretera de los Valles del Tuy, aledaños a esta capital.

El peruano Johnny Paredes fue vigilante y empleado de un restaurante en Lima hasta que decidió trabajar por cuenta propia como vendedor ambulante de prendas de fantasía, en las mañanas, y comidas y bebidas en las tardes, en el emblemático barrio de Miraflores.

El técnico de computadoras mexicano Jorge de la Teja labora en la capital de su país muchas más horas que en su antiguo trabajo en una empresa de servicios, pero, con el viento a favor del teletrabajo forzado por la covid-19, sus clientes e ingresos han aumentado en los dos años que lleva la pandemia.

Paredes, de 46 años, dijo a IPS desde Lima que “en casos como el mío resulta mejor, por la independencia de tener mi propio horario y encogerlo o alargarlo según como resulte la jornada, y porque en la calle gano al día entre 25 y 35 dólares, el doble de lo que me pagaban en los anteriores empleos”.

De la Teja, de 37 años, coincide y explica que en Ciudad de México mantiene a su familia “con holgura, en alimentos y demás gastos del día a día, me ingresan más de 2000 dólares al mes. Pero se hacen difíciles las cargas extras como seguros, o al pensar en viajar de vacaciones”.

Martínez, a sus 50 años, madre de dos varones y tres hembras y ya con tres nietos, aún hace trabajos en el servicio doméstico y de cuidados en las mañanas y al mediodía, y luego va a “Doris Burger”, el quiosco familiar, al que atiende junto a su esposo y dos hijos.

Allí puede ganarse “unos 30 o 35 dólares de lunes a viernes, y hasta 50 el fin de semana. Mucho más que en los trabajos que he tenido ante un fogón desde jovencita, y mejor también porque ingresa algo de plata para varios miembros de la familia”.

Distinta es la situación de Wilmer Rosales, de 39 años, un “todero” (sabe de varios oficios) en Barquisimeto, ciudad a 350 kilómetros al oeste de Caracas, para quien “aquí en el interior (del país) no se consigue casi nada qué hacer y cuando hay, la paga es muy poca, dos, tres, o cinco dólares por una jornada de trabajo, cuando mucho”.

Teletrabajo, una forma de explotación laboral

El teletrabajo es una opción de trabajo informal que prosperó durante la pandemia covid-19  y un refugio laboral para las mujeres, especialmente perjudicadas por la abrupta caída del empleo durante el confinamiento y el cierre de actividades no esenciales a comienzos de la crisis sanitaria.

No obstante, este tipo de trabajo es una forma de explotación laboral. El contratado, muchas veces por parte de grandes empresas de otros países, exigen un horario laboral de más de 12 horas.

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Redacción SOY CENTINELA/Rebelión.Org

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