Roma y Grecia fueron imperios crueles. La Modernidad los ha copiado para acabar con el cristianismo

El catedrático de Historia Medieval Alejandro de la Peña inspecciona en su último ensayo cómo la Revolución francesa, el colonialismo o el III Reich se basaron en una mirada parcial y anticristiana de la Antigüedad clásica.
Escena de la película Gladiator
Share on facebook
Share on twitter
Share on whatsapp

Es un dogma en la educación occidental presentar la Antigüedad clásica, ejemplarizadas por Roma y -sobre todo- por Grecia, como una época de esplendor de la ciencia, el arte, el humanismo… algo de esto es cierto; pero, el corazón de dichas civilizaciones antiguas estaba mortalmente enfermo.

Fue el cristianismo el que lo sanó y así hizo posible la mejor época histórica que se ha conocido; pero, esto también es ocultado y manipulado en los libros de texto que estudiamos en bachillerato y en la universidad. Se nos enseña, por el contrario, que la Iglesia hundió aquellas culturas antiguas porque eran cultural y moralmente superiores (dicen) al cristianismo.

Con este mito a cuestas se ha construido la Modernidad y también nuestro mundo actual. Hemos imitado lo peor de Grecia y Roma, ignorando la verdadera fuente de una cultura solidaria. Afortunadamente, cada vez hay más estudios que van haciendo aflorar la verdad.

«Imperios de crueldad», así se titula el último libro del catedrático Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña.  En él, Rodríguez de la Peña nos muestra documentadamente la crueldad dentro de la Grecia clásica, cultura que, por otra parte, es considerada la madre de la democracia, la filosofía y el arte de la civilización occidental.

De Esparta a Atenas, de las guerras a la explotación en las minas, de la esclavitud a los sacrificios humanos o la violencia doméstica. Similar esquema aplica este profesor a la Roma antigua, madre del Derecho y de un Imperio que llegó a ser ecuménico y humanista. Es cierto que, junto al catálogo de atrocidades —no sólo anecdóticas, sino inveteradas y sistémicas—, todo aquello tenía un contrapunto en las corrientes de pensamiento atentas a evitar el sufrimiento humano y compadecerse de los débiles. De la Peña destaca, sobre todo, la herencia socrática y la estoica.

Otra escena de la película Gladiator
El profesor De la Peña cita a Esquilo, Aristóteles, Apiano, Julio César, San Agustín, Cicerón, Diógenes Laercio, Tito Livio, Justiniano, Platón, Horacio, Eurípides, Tácito, Plutarco, Suetonio o Séneca, entre decenas de otros testimonios de aquellos mismos siglos.
De esta forma, nos sumerge en la mentalidad de la época, una época en que la vida resultaba áspera, y en que muchos entendían que la dureza era la única manera de imponerse y evitar ser avasallado por otros. Una época en que no pocos veían la compasión como una debilidad que pasaba factura. Una época difícil para los niños, los esclavos, los impedidos, las mujeres.
La Modernidad se basa en esta crueldad
En el cuarto apartado del libro, De la Peña desgrana cómo la Modernidad, a la hora de inspirarse en el mundo clásico, muchas veces ha optado por una visión parcial del legado griego y romano. De esta manera, en vez de ponderarse defectos y virtudes, muchas ideologías y regímenes políticos han preferido interpretar torticeramente la Antigüedad sólo en una faceta muy específica que, además, se han esforzado en imitar. De la Peña analiza desde la Revolución francesa y el imperialismo decimonónico hasta el nazismo.
El autor —erudito en historia medieval— detecta cómo la Modernidad pasó de una perspectiva más o menos integradora y continuista del mundo Antiguo, a una interpretación sesgada y anticristiana. Abundan los intelectuales que han pensado que el mundo Antiguo —en realidad, su mirada tergiversada, caricaturesca de ese mundo— era un mundo ideal que el cristianismo echó a perder.
En consecuencia, han proliferado en la Era Contemporánea proyectos políticos que han emulado desde la pretendida pureza racial de Esparta hasta el cesarismo despiadado de Roma. Podría decirse que ha triunfado la predicación nietzscheana; la admiración del que logra imponerse a los demás y ser el vencedor, y el desprecio al débil, al inferior. En resumen, una Modernidad que ha ensalzado al hombre que conquistó la Galia —a costa de provocar masacres que muchos académicos tildan de genocidios— y ha marginado a Epicteto, el filósofo que vivió esclavo y padeció exilio.
Representación de Calígula
La metodología del libro lo convierte en una obra de referencia en todos los sentidos. No sólo por el detalle con que desenmascara las derivas falsamente clasicistas de la Era Contemporánea, sino porque es fácilmente consultable por cada uno de sus epígrafes. La gran cantidad de citas —antiguas y modernas— aporta mucho color al texto, y permite que sean las voces mismas de cada momento histórico las que nos narren los distintos episodios de crueldad.

¿Quieres recibir las noticias de Soy Centinela a tu celular? Únete a nuestro grupo de WhatsApp con el siguiente enlace https://chat.whatsapp.com/EmiEP2STyNiFnWzYv55YPM
También estamos en Telegram como @SoyCentinela, únete aquí:  https://t.me/soycentinela

Redacción SOY CENTINELA

¿Quieres recibir las noticias de Soy Centinela a tu celular? Únete a nuestro grupo de WhatsApp con el siguiente enlace SoyCentinela
También estamos en Telegram como @SoyCentinela, únete aquí: https://t.me/soycentinela

Recientes

El centinela necesita luz para vigilar, enciende una pequeña luz