Erdogan impone cambiar el nombre de Turquía por el de Türkiye. Su nacionalismo hunde una marca mundial

El presidente está detrás del cambio de denominación internacional del país. El deseo de borrar la asociación con el pavo navideño y las parodias "ofensivas". Pero las propias autoridades turcas son víctimas de la confusión y las contradicciones. La aerolínea también está en el punto de mira, pero el cambio podría provocar pérdidas multimillonarias. Y algunos lanzan peticiones para burlarse del sultán.
Nuevo nombre de Turquía
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«¿Turkey o Türkiye?» -escrito utilizando estrictamente el signo (¨), la metafonía sobre la letra u. La disputa no sólo es literal, sino que detrás de ella se esconde otra campaña del sultán Recep Tayyip Erdogan para potenciar la imagen del país en el exterior y apuntalar un tambaleante liderazgo interno de cara a las elecciones presidenciales del 2023. La política de nacionalismo e islamismo promovida en los últimos años por el líder de Ankara no se concilia bien, a nivel internacional, con el nombre de un país que se asocia con el pavo (uno de los platos simbólicos de las comidas de Navidad o Acción de Gracias en los Estados Unidos).

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Desde principios de mes, el lanzamiento del nuevo nombre, y de una nueva marca, que también afecta a la principal aerolínea nacional, se topa con las primeras críticas. Y desencadena iniciativas contrarias, incluso en clave irónica y desacralizadora. Una fuente diplomática dialogó con AsiaNews, y bajo condición de anonimato, explicó: «Por un lado, está claro que los que tienen un espíritu nacionalista están contentos con el uso de una palabra turca, porque tanto los nombres como la bandera son temas sensibles. Sin embargo, este no es el problema número uno de la población, que se enfrenta a la crisis económica, la pandemia (que no se puede decir que haya quedado atrás), la inflación y los refugiados… Esto es, más que nada, una forma de «estimular las sensibilidades en el plano interno».

Un nombre, parodias y confusión

Recientemente surgió un ejemplo controvertido durante una conferencia de prensa del Ministro de Asuntos Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu. Un periodista le preguntó si Turquía (Turkey, fue el término utilizado por el reportero) tenía la intención de levantar su veto al ingreso de Suecia y Finlandia en la OTAN. «Se refiere a Türkiye, ¿verdad?», dijo el jefe de la diplomacia en Ankara, corrigiendo al periodista, en tono de broma. «Por supuesto», respondió el reportero tras un primer momento de desconcierto, pero luego agregó: «¿Tengo que repetir la pregunta por eso?».

Desde que la ONU reconoció oficialmente el cambio -que, por cierto, es una prerrogativa de cada país y no hay restricciones- hubo momentos de confusión similares con bastante frecuencia. Dignatarios, diplomáticos y políticos, incluido el propio secretario de la alianza atlántica, Jens Stoltenberg, utilizaron el nombre Türkiye en sus discursos oficiales. En las conversaciones o entrevistas informales, no obstante, recurren al más común y familiar «Turkey» por Turquía. El propio Cavusoglu, del lobby a favor del cambio de nombre impulsado por Erdogan, tiene sus tropiezos con la vieja denominación -al fin y al cabo, ha sido usada durante casi un siglo, desde la fundación de la Turquía republicana en 1923.

En el ámbito interno, las reacciones al cambio de nombre son variadas: para muchos, es un invento más para desviar la atención de las dificultades económicas, entre otras cosas porque la mayoría siempre ha utilizado el nombre de Türkiye sin importarle lo que ocurra a nivel internacional. Otros, en cambio, dicen estar contentos de que ya no se les asocie con un ave «que se come en Navidad o en el día de Acción de Gracias». Además, Turquía es objeto de bromas y parodias, como en el musical de Mel Brooks de 1983, en el que se evoca «un trozo de Polonia» y «una feta de Turquía». Entre los que lo han apreciado está el Premio Nobel de Literatura de 2006, el turco Orhan Pamuk. Ahora, cuando los angloparlantes digan el nombre Türkiye», declaró al Financial Times, «no pensarán en el pavo que se come en Navidad». Y estoy muy contento por ello».

Sin embargo, el cambio genera confusión y contradicciones, como ya se aprecia en la página web del Ministerio de Asuntos Exteriores: los informes oficiales, los departamentos y los comunicados de prensa mencionan el nuevo nombre. Y otros, pese a ser documentos oficiales, como los reportes de las relaciones entre Ankara y la Unión Europea, utilizan el viejo nombre, ignorando el cambio de denominación lanzado el 4 de diciembre de 2021, con la firma de Erdogan para sellar «la gloria de la cultura y los valores de nuestra nación». Hay que decir que en la década de los 90, algunos exportadores turcos ya habían intentado lanzar la etiqueta «made in Türkiye» en los productos, pero en aquel momento carecían de unidad y apoyo del Estado.

La aerolínea de bandera

En los últimos días, durante una reunión con el grupo de diputados del partido gobernante AKP, Erdogan dijo: «nuestra aerolínea nacional ya no operará vuelos internacionales como Turkish Airlines, sino como Türkiye Hava Yollari». Esa es la traducción al turco del nombre original, que será estampado en los fuselajes de toda la flota. Se trata de una revolución que promete sinsabores, sobre todo en el plano económico. La compañía aérea nacional cuenta actualmente con 318 aviones. Según algunos observadores, el cambio de denominación podría acabar con el valor de una marca que ha sido capaz de hacerse con una parte importante del mercado en los últimos años. Un vuelco que ha sorprendido hasta a los mismos empleados, que señalan de forma anónima que «no recibieron ninguna información sobre el cambio de nombre». Al parecer, fue una decisión de Erdogan».

En los últimos tres años, Turkish Airlines se ha convertido en la marca turca más popular del mundo. La compañía, valuada en casi 1.500 millones de euros, tiene conexiones a 334 destinos en 128 países. En términos de vuelos, es la tercera marca del mercado, después de United Airlines y American Airlines. El ex director general Candan Karlitekin no escatima en críticas y habla de la destrucción de una marca que supo patrocinar a estrellas del calibre de Kobe Bryant y Kevin Costner, y asociarse al Barcelona y al Manchester United. También expresa su preocupación Marketing Turkiye, por el posible impacto negativo «y daños irreversibles» al intento de globalización. A esto se añaden los datos de costes, con cambios que van desde el uniforme hasta los menúes, pasando por los asientos, ya que en todas partes figura la marca Turkish Airlines. Todo ello, subraya una fuente interna, conlleva «gastos y plazos imposibles de calcular».

Petición en tono de broma

Los esfuerzos de Erdogan podrían verse frustrados por una campaña lanzada en los últimos días en change.org, una plataforma online famosa por albergar peticiones de diversa índole. Aunque los resultados podrían no afectarlo, ciertamente representa una paliza, si se compara con las razones que impulsaron al sultán a cambiar el nombre. En concreto, la petición pretende cambiar el nombre del pavo -en vez de turkey, llamarlo türkiye- en una burla frontal a Erdogan. Uno de los firmantes, de hecho, dice que se ha unido porque la iniciativa le parece divertida, mientras que el presidente turco «no sabe siquiera qué es la diversión». Además, para muchas naciones el cambio no sirve de nada porque «los españoles seguirán usando el nombre viejo (Turquía)», entre otras cosas porque el nuevo «es mucho más hostil y difícil de pronunciar». Y para la mayoría de la gente es «un esfuerzo inútil: como Myanmar para la antigua Birmania». Pocos días después del lanzamiento de la página, quizá para evitar reacciones violentas, el promotor de la campaña -que ha reunido poco menos de mil adhesiones- suspendió la iniciativa. Subrayó que no quería fomentar el odio y que su deseo es seguir yendo «a su restaurante de kebab favorito».

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